Dentro de unos días se cumplirán 40 años de la boda de mis
padres. Fue en Zamora. Las fotos, como todas las imágenes de boda, presagian un
tiempo de felicidad, una etapa próspera que, en muchos de los casos, el tiempo,
la convivencia y las circunstancias se encargan de erosionar, convirtiendo el
cuento de hadas en una novela con dramas. Miro estas fotos y veo a mis padres
felices y luminosos, detenidos en el tiempo. A menudo quiero dejarlos ahí,
colgados en ese instante. Porque luego llegarían, sí, las alegrías (los hijos,
los proyectos, los viajes), pero también las tristezas (la desaparición de
algunos parientes, el declive del matrimonio, la separación, el divorcio, la
enfermedad de mi madre y su muerte). Me gustan mucho estas fotos. Reflejan que,
algunas veces, cualquier tiempo pasado sí fue mejor.
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