Le pedí a mi madre que hiciera una especie de dibujo de un cómic en el que se viese a un hombre, de noche, llevando la luna atada con un hilo o una cuerda: de ese modo mostraríamos una aleación imposible entre realidad y ficción, ya que el libro jugaba con eso. Arriba, la portada. Abajo, el dibujo original. Y, bajo el dibujo, el microrrelato que, dentro de ese libro, le dediqué a ella.
La propina del niño
...................................................................................A mi madre
Mi madre me dio el primer billete de diez euros que tuve entre las manos.
Lo olí: olía a mi madre.
Desde entonces, para mí los euros tienen un valor maternal y cobijable.
No los veo ya como monedas frías y amenazadoras, sino que busco en ellos ese perfume que se les evapora al cambiar de dueño. Por eso a veces los guardo en una hucha, para que la evocación sea perdurable y ella los habite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario