jueves, 28 de abril de 2011

Retrato de Claudio Rodríguez



Cada vez que duermo en la casa de Zamora éste es uno de los cuadros que tengo delante de la cama. Nunca lo colgamos porque estaba embalado. Sigue sin estar sujeto a la pared, pero al menos lo veo siempre. Es otro de mis retratos favoritos. Cara a cara impresiona. En el catálogo de la exposición de los artistas zamoranos que hizo mi madre (“La mirada interior”, se titulaba) se incluyeron las frases y dedicatorias que algunos de ellos escribieron, de su puño y letra, en un cuaderno de ella. Otro día iré colgando esas páginas, aunque no siempre se discierne lo que dicen (depende de la letra de cada uno). Hace muchos años ya, un día en el que yo estaba de paso por Madrid tras bajar del avión que me traía de Mallorca junto a uno de mis primos, conocí a Claudio Rodríguez. Por entonces mi madre estaba pintándolo en el estudio de un amigo suyo, en Madrid. En una de las pausas de las sesiones dedicadas a ese retrato al natural, ella aprovechó para presentármelo. Fue la única vez que saludé al poeta. Estábamos en una tasca. Él bebía cerveza sin alcohol. Si no recuerdo mal, me preguntó algo del estilo a: “Así que quieres ser escritor, ¿eh?”. Gran hombre, Claudio. Tanto o más que sus poemas. La siguiente vez que estuve junto a él ya estaba muerto: fue en su entierro.  

   

2 comentarios:

  1. Me gusta este retrato, y el de Agustín. Acabo de descubrir este blog-homenaje. Casualmente compartimos segundo apellido, por lo que veo. Saludos.

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  2. Gracias por pasarte por aquí, José Antonio. Un abrazo.

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