Tal día como hoy, hace exactamente un año, una de mis tías me dijo por teléfono que debería cancelar algunos de mis compromisos e ir a Zamora, a ver a mi madre, aunque sólo fuese durante un rato. Fui y volví en autobús en el mismo día, con el tiempo pegado al culo, para charlar durante cinco horas con mi madre (por última vez: algo que yo ignoraba; en el siguiente encuentro, apenas un día más tarde, estaba consciente, pero aletargada por la morfina); su estado físico y anímico, aquella tarde de jueves, 16 de diciembre, era lamentable, mucho peor de lo que esperaba y de lo que había imaginado. Como yo no la imaginaba así, dos personas me convencieron para tomar un autobús y plantarme en mi ciudad de origen y verla: una de mis tías y un amigo; ellos saben quiénes son. Cuento más detalles al respecto en Angustia, que publicaremos el año que viene. Por eso el 16 de diciembre, para mí, es un día bendito y a la vez maldito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario