Anoche Leonard Cohen ofreció al público casi cuatro horas de concierto. Yo no fui. No quise ir. Hace unas semanas, cuando vimos el cartel que anunciaba su visita a Madrid, mi mujer me preguntó si quería comprar una entrada e ir a verlo, aunque fuese solo. Le respondí que no. Y la soledad no era la excusa. El caso es que, cuando acudimos hace años al concierto de Leonard Cohen en Madrid, nos juntamos ella, mi hermana, mi madre y yo. Fue lo último que hice junto a mi madre antes de que le diagnosticaran el cáncer, un par de semanas después. Por eso conservo ese directo como un tesoro en la memoria. Por eso no creo que vuelva a asistir a un concierto de Leonard Cohen. De ahí mi renuncia. Ese recuerdo es difícil de superar; y es un recuerdo feliz. Abajo, una imagen del evento de este viernes; extraída del diario El Mundo:
Amigo, J.A. He conocido este blog, mientras leía el original, “escrito en el viento”. No he podido resistir la emoción al ver a tu madre. Se parece tanto a la mía. Hace 15 años, que aquel maldito cáncer renal se la llevó. Creí que el mundo se pararía y los malditos semáforos siguieron cambiando de colores. Me he hecho seguidor de tu blog. Escribes muy bien y voy a intentar hacerme con alguna de tus novelas. Allá donde estén Ana María y Amelia… Ojalá estén sonriendo. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, querido amigo. El próximo brindis se lo dedicaremos a ellas. Un abrazo.
ResponderEliminarLo que hagas, siéntelo con el corazón.
ResponderEliminarTal vez es una forma de honrar su memoria.
Tal vez...