Vienes por la noche, cuando la criada abre su pecho
y el manzano está vacío
y las estrellas destruyen mi nombre,
Vienes cuando el arroyo abandona el luto y sus palabras
se hielan en mi ventana
y las ovejas se refugian de mi risa en un rincón del establo,
Vienes cuando el centro del mundo
escupe un torrente de sangre con un suspiro,
Vienes cuando el campo está yermo y relucen verdes los ojos
de los peces,
Vienes cuando no viene nadie, cuando la criada que me dio sus pechos
se esconde de mi fama,
cuando deja que su cabello reluzca como millones de
años a la luz de la luna,
Vienes cuando me golpean sin reconocer mi plegaria
que pronunciaré comenzando por las palabras:
“Me impulsan
las tinieblas…”
Vienes siempre cuando estoy cansado. Te reembolso
mi vida con el miedo
que se deshace sobre tu tumba absurda
sobre la gran mentira del otoño.
Thomas Bernhard, Así en la tierra como en el infierno / Los locos. Los reclusos / Ave Virgilio
[Nota: este poema, de uno de mis escritores favoritos, Thomas Bernhard, se ajusta perfectamente al sentimiento que emana de esta perfecta foto antigua, en la que mi hermano, de niño, cuida o atiende el lado izquierdo de mi madre. Este gran poema, pues, se lo dedico hoy a mi hermano]
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